El anciano frunció el ceño hacia ella, sus ojos se abultaron y la amenazó —Si no sales de mi casa ahora mismo te destruiré.
Ella respondió cortésmente —Señor, me temo que no parece darse cuenta de la situación en la que se encuentra en este momento. Lamento ser yo quien le informe que está muerto, lleva muerto varios meses. Soy una segadora de la estrella del Sol, mi nombre es Escarlata. Es mi deber ayudarle a avanzar a la siguiente fase de su vida.
El anciano la miró como si estuviera loca. Los lados de sus labios se contraían como si estuviera a punto de reír o gritarle en cualquier momento.
—Muerto —repitió después de ella.
—Sí, muerto, si cree que miento, siéntase libre de salir y ver si alguien más además de mí puede verlo. Mi hermano y mi padre enterraron su cuerpo en el fondo, también puedo llevarlo allí.