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Ella lo soltó, quisiera él oírlo o no, tenía que decirlo. Permitirse ser degradada en un intento de aliviar la culpa que llevaba por acciones que no habían sido hechas por ella misma, no estaba en línea con lo que quería.
Esperó a que él le preguntara por qué, pero no lo hizo y su silencio hizo crecer una gota de inquietud en su interior.
Sus ojos todavía estaban sobre ella, mirándola, estudiándola y penetrándola como una azada afilada que cava en la tierra. Sintió la necesidad de explicarse más y lo hizo con elocuencia.