Mencionar a Justin fue todo lo que se necesitó para que la mitad de su furia se evaporara y las llamas en sus manos se replegaran. Pero algo quedó porque sus ojos eran completamente verdes, no dorados sino verdes como su llama.
—Él me ha estado mintiendo —susurró enojada—. Se acostó conmigo, me besó, me abrazó, me dijo que me amaba y me mintió. Todo lo que me dijo... ¿cómo puedo volver a confiar en él?
Todo lo que tenía que hacer era decírmelo y lo habría aceptado por lo que es y quien es porque significa que tenemos para siempre. ¿Soy indigna de confianza? ¿O quizás solo era una segadora de bajo nivel que no merecía la cortesía de conocer su identidad...?
—Deja de sacar tus propias conclusiones —intervino Severo—. Debe haber razones, razones genuinas por las cuales no se te pudo informar sobre su verdadera identidad.