Severo quería contárselo a Escarlata, pero ella ya se había dormido para cuando él concluyó sus reflexiones y solidificó su teoría. Entonces, el sabueso pensó que podía esperar. Mañana, se lo diría.
Cuando llegó la mañana, no los despertaron ni soles ascendentes ni pájaros cantando. El sonido de martilleo proveniente de algún lugar dentro de la nave espacial fue lo que hizo que todos se levantaran.
Una exhausta Escarlata gruñó descontenta y subió las cobijas de la cama para bloquear el ruido ensordecedor. No solo era molesto, sino que también era espantosamente fuerte. A sus oídos, casi sonaba como truenos rugiendo en una noche lluviosa.
La cálida manta que se había cubierto sobre la cabeza no funcionó y se vio obligada a abrir sus agotados ojos.
—Oh-hooo. —se sentó y arrojó las cobijas a un lado—. Haz que pare.
—O bloquéalo usando tus poderes. —sugirió Severo.