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Escarlata tuvo que ser arrastrada de vuelta a la nave espacial por Apheitos. Estaba agotada, toda rasguñada y su ropa se había convertido en harapos. El primer día de entrenamiento sobrenatural no fue tan divertido como esperaba.
La arrojó sobre una cama como si fuera un equipaje y luego desapareció. Severo, por otro lado, no le permitiría dormir cuando parecía que acababa de atravesar un campo de batalla. Eso asustaría a los demás.
La teletransportó al baño y abrió el agua. Escarlata gimió y se levantó perezosamente. Apenas podía mover los dedos y cuando intentó usar su llama, chisporroteó como un fuego débil y moribundo.
—Necesitas descansar y permitir que tu poder circule —le recordó Severo.
Suspiró y cayó de nuevo en la bañera. —Alex, consigue un mayordomo robot que me ayude a bañarme.