Al día siguiente, cuando Esong abrió sus ojos, el primer pensamiento que asaltó su mente fue la noticia de Escarlata. No tenía otro recuerdo más que ese, ni siquiera cómo había llegado a la cama. Miró la hora y maldijo. Llegaba muy tarde a la última reunión que lanzaría oficialmente la misión.
Rápidamente, saltó de la cama mientras llamaba al emperador.
—Caramba, al menos cúbrete el trasero antes de llamarme —la voz del emperador salió de un holograma.
Esong giró y se dio cuenta de que había hecho una videollamada y se cubrió sus partes viriles con las manos. Estaba apenas vestido.
—Pensé que había hecho una llamada de voz —dijo.
—Sí, gracias por mostrarme todo. ¿Por qué estás desmoronándote hoy? No me digas que estás teniendo un pánico de último minuto.
—No, no, no es eso —movió sus manos.
El emperador se rió y Esong bajó las manos. —Mierda —maldijo.
—Ahora me preocupas. Si tu mente está dispersa, entonces me preocupo por tu misión —dijo el emperador.