Las manos de Escarlata, que aún se movían, cayeron, y también su boca, que se abrió de par en par. No había manera de que hubiera malentendido esas palabras. Carolyn estaba teniendo dudas sobre casarse con el próximo príncipe heredero de su imperio.
—Oh Dios, va a conseguir que nos decapiten a todos —murmuró Escarlata.
El emperador, no, era la emperatriz quien los haría decapitar a todos si su hijo era humillado antes del momento de su gloria. Los Su serían borrados del imperio como la familia Varakas. Escarlata tendría que planear una rebelión y declarar a la Estrella Azul un estado independiente.
—No, no puedes. Los segadores no pueden involucrarse en actos que lleven a una muerte masiva de humanos directamente —una voz en su mente se lo recordó.
—Gracias, Severo —respondió ella sarcásticamente.
Carolyn agarró las manos de Escarlata y dijo con una voz necesitada que suplicaba por comprensión: