—Tú —señaló a Escarlata y sonrió con desdén—. Eres justo como ese monstruo de esposo que te casaste y yo por mi parte siempre he esperado el día en que le enseñarían una lección o dos. No es ninguna sorpresa que se haya casado con una mujer tan tosca como él.
Escarlata cruzó sus brazos y sonrió. Había logrado otra victoria sobre el general Sang porque ahora no importaba cómo abordara esta inquisición, sería obvio que guardaba resentimiento contra Esong y ella.
—Creo que deberías sentarte y calmarte, general. Ni siquiera hemos presentado al gobernador la razón de nuestra visita —Mosby, con una voz muy desaprobatoria, le dijo al general Sang.
—Si no puedes ser racional, entonces nos veremos obligados a excluírte de este ejercicio de búsqueda de hechos —Moss añadió.