Flan aún gemía, por lo que Escarlata movió su mano una vez sobre el sabueso y la hizo dormir inmediatamente.
—Severo sonrió y dijo:
— Si tan solo hicieras eso más seguido.
Tanta bulla y problemas se detendrían si la perra estuviera siempre durmiendo. Para Severo, era más un obstáculo que una ayudante.
Escarlata rodó los ojos y se negó a responder. Por lo que podía decir, lo que había planeado Rubí al enviar a Flan había fracasado. A Severo no le agradaba la perra. Podrías bañar a la perra en bistec, untarla con miel y hacer todo lo posible para que pareciera apetitosa y Severo aún así no la lamería ni tomaría ni un pequeño bocado.
Las puertas se abrieron y Escarlata enderezó su cuerpo. Fey entró primero, y tras ella una pequeña delegación de visitantes.
Probablemente pensaron que la iban a pillar desprevenida, pero ella ya sabía de su intención de visitarla.