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—Déjennos solos —les dijo a las criadas y los guardias alrededor.
En el segundo en que el último salió, ella lo miró y dijo:
—Está bien, ven —abrió sus brazos ampliamente y esperó.
En lugar de un abrazo, fue besada a un centímetro de su vida y levantada del suelo.
Cuando sus pies tocaron el suelo nuevamente, sus labios estaban magullados y su cabeza daba vueltas pero ella sonreía y Esong parecía completamente satisfecho consigo mismo.
—Ahora soy feliz —declaró.
—Me alegra saberlo —respondió ella y movió su mano, invitándolo a que bajara un poco la cabeza.
Esong felizmente hizo lo que ella quería. Pensó que ella quería acariciar su cabeza o hacer algo más que expresara su afecto. En cambio, sintió un dolor agudo cuando ella le torció la oreja.
—Escarrrrrr... —se quejó.
¿Por qué estaba siendo castigado?
Ella lo soltó y cruzó sus brazos sobre su pecho, dándole una mirada muy severa para expresar su descontento.