—Esto sí que es una novedad —dijo la emperatriz.
Ella ciertamente no estaba sorprendida cuando entró y encontró al emperador viendo la transmisión en vivo de Escarlata. Lo que la sorprendió, sin embargo, fue su falta de ojos llenos de anhelo que vivamente retrataban su forma glotona de ser.
Estaba sentado en la cama, viendo el espectáculo en un holograma, pero no tenía consigo los bocadillos que generalmente tenía para satisfacerse durante el programa.
—No pareces estar disfrutando. ¿Quién ha enfadado a mi real esposo? —le preguntó.
Se deslizó en la cama y se sentó a su lado. Suavemente, levantó la mano y le acarició la cabeza.
—Sader vino a verme antes —él dijo.
—Nuestro hijo mayor, ¿por qué? —ella preguntó.