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—Con su negativa a hacer una confesión espontánea o defender sus acciones, Zorl y Esong entregaron al criminal a otros oficiales —dijo el narrador—. Probablemente estaría en el doloroso extremo receptor de una búsqueda mental.
—Las cosas se resolvieron rápidamente y todo en el supermercado volvió a su estado pacífico.
—Creo que hemos comprado suficiente —dijo Esong—. Vamos a casa para que pueda disfrutar del resto de mis últimas horas contigo. —Esong se acercó a Escarlata y dijo.
Le dio una palmada en la cabeza a Severo y le rascó detrás de los ojos.
—Eres un buen chico, Severo —le dijo—. Dejaré a mi esposa con suficiente dinero para alimentarte con diez bistecs diarios durante un mes.
Severo ladró dos veces.
—Sí, por favor —ladró él.
—Esong miró a Flan y se preguntó por qué este no había ladrado ni reaccionado ante las drogas. ¿Todavía estaba en entrenamiento?