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Ella no pensaba que nadie ni nada hubiera hecho perder la compostura a Severo como la banshee. Incluso cuando descubrió que ella estaba embarazada, se mantuvo sereno durante todo su pánico como si fuera un día cualquiera y los embarazos en segadores ocurrieran todos los días.
—Oh, me gusta ella, creo que deberíamos quedárnosla —dijo Escarlata entre carcajadas interminables—. Señorita banshee, ¿te gustaría venir a casa con nosotros?
—No —pronunció Severo en voz alta.
—Sí —respondió la banshee rápidamente.
—¡Maldita sea! —maldijo Severo.
—¿Qué? —le preguntó Escarlata.
Severo le lanzó a Escarlata una mirada exasperada, casi deseando poder quemarla en el lugar donde estaba por su decisión estúpida e impulsiva.
—¿Por qué invitarías voluntariamente a un monstruo a nuestro mundo? —le gritó.