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Más importante aún, una pregunta diferente se alzaba sobre esa. ¿Por qué la banshee la llamaba hermana? ¿De qué manera se parecían las dos?
¿Y por qué de repente le estaba acariciando el cuello y olfateándola como un perro?
Escarlata bajó su hombro y empujó a la banshee con su mano.
—Espera, señorita banshee, ¿desde cuándo somos hermanas y por qué me estás oliendo?
—Hermana, hueles bien, hay algo en ti que huele tan bien —con una sonrisa atolondrada en su cara, la banshee intentó acercarse a Escarlata de nuevo.
Lo primero que cruzó por su mente fueron sus bebés, ¿qué más había dentro de ella? Si olían bien, ¿estaba esta banshee intentando comérselos?
Sus ojos se abrieron de par en par y agarró su guadaña y la apuntó hacia la banshee.
—Detente ahí mismo —ella la advirtió.
La punta afilada de la hoja estaba en el cuello de la banshee.