De vuelta en casa, esa misma tarde, por primera vez en mucho tiempo, Beord aceptó una oferta de sus amigos para ir a un club y divertirse un poco, sorprendiéndolos a todos.
En general se acordaba en la oficina que el ministro Beord era un hombre muy aburrido. Iba del trabajo a casa y de casa al trabajo. No participaba en los chismes de la oficina ni tomaba largas pausas para almorzar.
La única actividad conocida en la que participaba era el rugby, era un entusiasta ávido del deporte. Solía decir que era el deporte perfecto para un hombre de su tamaño.
Ese día, después de un final satisfactorio en un partido, accedió a visitar un club por una noche divertida de bebidas y baile a instancias de sus compañeros de equipo.
Así fue como Beord Su se encontró cuidando su tercera cerveza en el piso sesenta de un club nocturno y anhelando el calor de su cama.