Ella alzó la vista cuando se escuchó el sonido de algo estrellándose en su extremo. Y sus ojos buscaron el origen en el holograma.
Era un tarro de vidrio, uno que tenía frutas mixtas que ella había empacado para él.
Mientras hablaban, había estado sentado en la mesa junto a él, sellado pero esperando ser comido.
—Oh, tus frutas conservadas, qué pérdida —dijo ella con decepción.
Su corazón siempre se dolía cuando se desperdiciaba la más mínima comida y esto no era diferente. Ese tarro de vidrio de frutas preservadas podía sobrevivir durante diez años. Y si estuviera en su espacio de almacenaje, podría sobrevivir por la eternidad.
—¿Qué pasó? —le preguntó.
Esong desabrochó un botón de su camisa, suspiró y respondió, —Hubo un poco de turbulencia.
Turbulencia, pensó Escarlata, ¿no se suponía que la estación del cielo era inmóvil? Aunque le confundía, no se detuvo a pensar más en el asunto.