La antigua deidad recordó casualmente a Escarlata un hecho que ella conocía demasiado bien. Recordó la historia sobre segadores, niños, deidades, la traición de los humanos y así sucesivamente.
Sus manos que ya estaban sobre su abdomen se movieron para envolver su cuerpo entero en modo defensivo. De repente se sintió enferma, como si una fiebre hubiera invadido su cuerpo y se instalara dentro de ella como un parásito.
—¿Por qué de repente hacía frío? —se preguntaba.
—Basta ya, Carnelia —escuchó ordenar a la antigua deidad a la diosa del fuego.
Cuando Escarlata volvió su temblorosa mirada hacia la diosa del fuego, fue entonces cuando notó lo que estaba haciendo. Jugaba con nubes y enviaba un escalofrío su camino.
—Por eso te dejamos fuera, no sabes distinguir cuándo es momento de jugar o cuándo es momento de hablar en serio —le dijo Litia.