Su primer paso no fue como lo imaginó, porque el sendero en el que pisó condujo directamente a las amplias puertas giratorias de vidrio arqueadas que llevaban al interior del hotel Siete soles y no a una máquina interestelar como ella había imaginado. El hotel, que se alzaba imponente en medio de la magnífica ciudad de otro mundo, era uno de los lugares que vio cuando llegó por primera vez al mundo interestelar justo antes de que la antigua deidad la arrancara de sus sueños elegantes y la enviara en espiral hacia la Estrella Azul. Sus torres en forma de caja gravitaban de un extremo a otro, cambiando de posición, y podrías despertarte con una vista diferente a la que viste antes de acostarte. Los elevadores de vidrio en el exterior y en el interior se deslizaban silenciosamente a medida que subían y bajaban huéspedes por todo el hotel.
—Ahora esto sí que es algo —dijo Carolyn con una mirada de aprecio cuando entraron.