—Deja de hacer eso —le dijo—, me estás distrayendo.
Con un tono muy agudo e indigno, Severo respondió:
—Nos vio, llamó tu nombre, tú viste eso, ¿verdad? Esto no es bueno, los humanos no deberían poder vernos.
—Él no nos vio —respondió ella calmadamente.
Severo dirigió sus ojos rojos hacia Escarlata, que era la imagen de la paz y tranquilidad perfectas, completamente imperturbable y actualmente masticando un fruto del infierno.
—Deja de comer esa cosa asquerosa y concéntrate —él gritó.
—Amigo, a menos que la nariz de Esong tenga ojos, entonces no nos vio. Estoy un poco asustada también, pero todo lo que hizo fue oler el aire y llamar mi nombre —ella olió sus axilas y muñecas—. Quizás está demasiado familiarizado con el olor de mi perfume.
—Los humanos tampoco deberían poder olernos —él agregó—. No en nuestras otras formas de todos modos —Severo agregó—. Tal vez él no es humano después de todo, la antigua deidad pudo haber tenido razón.