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Una vez que se pagó la tarifa, ella puso un pie delante del otro y finalmente entró al pueblo con facilidad. No tenía un lugar específico a donde ir ni un plan en mente, todo lo que quería era mirar a su alrededor.
—¿Necesitas una guía turística? —le preguntó Halcón.
Lentamente, ella movió la vista de un lado a otro y consideró su pregunta por un momento. —Creo que sí, pero no voy a pagar por uno —agregó.
Todavía había muchos usos para todos sus cristales de energía. En el espacio de una semana, Severo había usado diez mil de ellos en las píldoras reguladoras de calor interno e ingredientes.
—No te preocupes, no te cobraré nada —respondió él con una risita.
—¿Por qué? —ella estaba aún más sospechosa. El inframundo era uno de esos lugares donde nada era gratis. También era un lugar donde uno tenía que dudar de todo, ella lo sabía mejor que los demás.
Con un suspiro, ella se llevó la mano al pecho y lo miró con los ojos bien abiertos. —No me digas que estás enamorado de mí.