—¿Siempre tienes que hacer esto? —Severo se quejó con una vuelta de ojos—. ¿Quieres hablar con ellos como si entendieran?
—Escarlata rió, otra vez, maliciosamente—. Oh, ellos entienden perfectamente, solo que su codicia siempre les gana. Y me gusta burlarme y provocarlos, lo hace divertido —dijo ella—. Vamos chicos, —los provocó—, ¿por qué no intentan devorarme? Apuesto a que soy mucho más sabrosa que la diminuta alma a la que estaban a punto de atacar antes de que llegara el sabueso.
Ella podía ver los cálculos en sus oscuros ojos vacíos mientras medían las probabilidades de tres contra dos, ya que uno ya había sido capturado. No sabía cómo ellos percibían qué segadores eran más fuertes que ellos, pero podían hacerlo. Una vez que lo hacían, los devoradores de almas intentarían entonces luchar o huir.
Uno intentó desaparecer por la ventana abierta y ella lanzó una pequeña llama verde que lo quemó lentamente mientras los otros dos devoradores de almas miraban en shock.