La petición para hablar no era lo que nadie en la sala esperaba escuchar de Escarlata, especialmente cuando ella acababa de recuperar la conciencia. Todos pensaron que tendrían que manejar el asunto con guantes de seda, caminando de puntillas alrededor de ella como si fuera un vidrio muy frágil que podría romperse en cualquier segundo.
La habitación estaba en silencio, extremadamente quieta como un cementerio ya que nadie tenía idea de qué decir primero, ni siquiera Carolyn a quien Escarlata se dirigía directamente.
—¿Podemos tener un poco de privacidad por favor? —solicitó educadamente. A pesar de la sonrisa tranquilizadora en su rostro, nadie movió los pies, sino que todos permanecieron de pie o sentados exactamente donde habían estado.