—¿Qué tiene de gracioso, Sr. Jacks? —preguntó ella descontenta. En su rostro había un gran ceño fruncido y su mirada intensamente fija en el hombre que se reía a su costa.
Escarlata odiaba ser el blanco de las risas porque la hacía sentir estúpida, como si fuera menos.
Aprieta sus puños resistiéndose al impulso de extender su puño y golpear a este hombre en la mandíbula.
Esong estaba aprendiendo poco a poco todas las expresiones de Escarlata. Sabía que el ceño fruncido que hacía que su labio superior temblara significaba que estaba enfadada. Generalmente iba acompañado de una mirada intensa y enojada como si intentara prenderle fuego justo donde estabas parado. También pensó que no sería un buen marido si no defendiera a su esposa en este momento.
—Pídale disculpas a mi esposa, Jacks —le ordenó al hombre.
—Vamos, Esong —gimoteó el Capitán Jacks.
—Ahora, Jacks —dijo Esong con severidad.