—¿No tienes calor, hermana Anna? —preguntó Dylan.
—Hace calor —respondió Anna—. Hace un calor de maldición, pero después de unos días de vivir a esta temperatura, solo podían hacer su mejor esfuerzo para adaptarse, aunque fuera incómodo. Después de eso, intentaron beber mucha agua para reponer el agua perdida.
Aunque, en realidad no era suficiente porque cuando sudaban no solo perdían agua, sino también muchos otros nutrientes que salían con el sudor.
—Entra. Marcos y Lucía también han terminado y podemos volver —indicó Dylan señalando el camión.
Anna echó un vistazo hacia atrás y vio que Marcos y Lucía salían con expresión alegre mientras Lucas sonreía amargamente. Parecía que acababa de ser sacrificado por la petición que Marcos y Lucía le habían hecho.
Bueno, esos dos definitivamente no tenían piedad, incluso si la persona delante de ellos era la prima de Lucía.
—¿Ya terminaron? —preguntó Anna. Aunque no preguntó qué le habían pedido a Lucas.
—Sí —sonrió Lucía.