Un pequeño suspiro escapó de los labios de Anastasia al sentir sus labios peligrosamente cerca de los suyos, y ella instintivamente se echó hacia atrás como si hubiera tocado algo ardiente. Notó cómo al príncipe le costaba contenerse y, cuando se presentó la oportunidad, la aprovechó ansiosamente, sumergiéndose de lleno en el intento de seducirla.
—¿Qué pasó? —Dante le preguntó sinceramente, haciendo parecer que lo que acaba de hacer no era extraño.
—Eso, tu lengua —tartamudeó Anastasia mientras se ruborizaba—. ¿Cómo era posible que él no se avergonzara por la acción que había hecho? —se preguntó, mientras miraba fijamente a sus inquisitivos ojos negros.
Dante inclinó su rostro hacia el de ella, y cuando habló, cada palabra suya rebotaba en sus pálidos labios rosados —¿No te gustó?
Su pregunta la hizo pensar involuntariamente al respecto, y respondió —No sé… —y su corazón empezó a latir fuertemente en su caja torácica.