El rostro de Emily se volvió pálido al ver a Julia tendida fría sobre el suelo manchado de sangre. No podía creer que su criada hubiera sido asesinada dentro del castillo.
—¿Quién podría haber hecho esto? —preguntó con incredulidad.
Raylen observó el cuerpo sin vida, notando el corte distintivo en su frente. A pesar del intento del asesino de hacer una incisión recta con el cuchillo, había un ligero ondulado en ella. Ordenó:
—Reúnan a todos los sirvientes en el salón. Ahora mismo.
—¡Sí, Maestro! —Lauren se apresuró a salir, temerosa de verse enfrentada a la ira de su maestro.
—Lamento la pérdida de tu criada, Princesa —dijo Raylen, y cuando se volvió a mirarla, notó que sus labios temblaban.
—¿Por qué? —preguntó Emily con desconcierto y confusión. ¿Por qué matarla? Julia era su leal criada, que había viajado desde Versalles hasta el Reino de la Tormenta con los ojos llenos de entusiasmo, ansiosa por ver el mundo, solo para ser arrancada cruelmente de él.