—Creo que me estoy dejando influir por tu compañía —murmuró Emily mientras empezaban a caminar por el corredor.
—No suena nada mal, ¿verdad, Princesa? —preguntó Raylen, sus ojos azules brillando con picardía. Aunque le sonreía, su mente estaba ocupada con pensamientos sobre su pasado de la noche anterior, que lo habían mantenido despierto. A diferencia de ella, que había caído en un sueño profundo, como lo demostraban los ligeros ronquidos que había oído venir de la habitación contigua a la suya.
No era que Raylen se sintiera perturbado por el pasado, ya que no albergaba sentimientos amargos hacia él. En cambio, había construido recuerdos cariñosos sobre él y había encontrado el cierre que creía haber buscado. El archidemonio seguía su dicho: ¿por qué estar miserable cuando podrías hacer miserables a los demás?