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Había una época en la vida de Emily en la que se llenaba de entusiasmo por todo lo relacionado con almas gemelas y la profunda conexión que compartían las parejas destinadas. Y ahora no quería saber nada de ello. Sin embargo, desde aquel fatídico momento no había pasado un solo día sin que sintiera el dolor agonizante en su corazón. Ojalá no hubiera sido tan ilusa como para anticipar algo tan frágil e impredecible.
Mientras Emily se sentaba en el sofá, esperando la llegada de los caballeros, hacía un esfuerzo consciente para alejar sus pensamientos de Nathaniel. No obstante, su mente la traicionaba, como si estuviera condicionada a residir en su corazón roto y en la persona responsable de ello. Y mientras se perdía en una contemplación silenciosa sobre lo ocurrido, no se dio cuenta del avance continuo de las manecillas del reloj mientras seguían haciendo sus rondas incesantes.