Raylen observó a la princesa Emily mirándolo fijamente como si no hubiera registrado lo que acababa de decir, aunque estaba claro que simplemente estaba tomando un momento para procesarlo. Notó la sutil rigidez en la postura de la princesa, casi como si estuviera renuente y rechazando la idea. Sin embargo, sus pensamientos nunca llegaron a sus labios porque sabía que no tenía el lujo de expresarlos.
—¿Esa es la única manera de frenarlo? —Emily preguntó con el ceño fruncido.
—Si conociera otro método, ya te lo habría dicho —Raylen respondió con un tono despreocupado mientras se recostaba en el sofá. Miró hacia el vaso en su mano, que aún contenía un sorbo o dos de licor, y continuó:
— No sabemos qué tan rápido se corromperá tu alma. Podría progresar lentamente debido a la sangre de Espino Negro que posees, o podría acelerarse y cerrarse rápidamente sobre tu muerte.