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Anastasia experimentó un estremecimiento en su corazón al escuchar las directas palabras de Dante y, sin importar cuánto tiempo pasaran en compañía del otro, había algunas de sus palabras que siempre la tomaban por sorpresa. Mientras su mano alrededor de su cintura aflojaba su agarre, sus pies descalzos recuperaron su apoyo contra el suelo frío, todo mientras sus ojos la perforaban con una pregunta.
Dante escuchó cómo su corazón aceleraba su ritmo y, para tranquilizarla, tomó suavemente su mano y la colocó sobre su propio pecho. Los ojos de Anastasia se abrieron de par en par al sentir su latido coincidir con el de ella, y él declaró:
—No estás sola. Eres importante para mí —sus ojos se sumergieron intensamente en los de ella.
Los labios de Anastasia se entreabrieron, y ella respondió:
—Soy tuya para corromper... —notó un chisporroteo en el aire mientras el cabello de Dante perdía su humedad restante y se volvía seco.