Mu Yan miró en dirección a Nan Hua con preocupación. —¿Estás bien, señorita?
—Mhm.
Nan Hua no dijo nada más y simplemente entró en la residencia. Miró al cielo y pensó que este mundo era irremediablemente defectuoso. Los rencores de las generaciones anteriores se transmitían a la generación más joven e incluso los niños no nacidos no se salvaban de sus intrigas.
Cerrando los ojos, Nan Hua sintió como si hubiera regresado a ese lugar una vez más. Un lugar donde la vida de los humanos era tan barata como la hierba y sin su utilidad, su único desenlace era solo la muerte.
Así que si querían vivir, solo tenían que demostrar que eran útiles.
Nan Hua abrió los ojos y miró la residencia frente a ella. En ese lugar, ella estaba desesperanzada porque no podía escapar. La única opción para salir de esa organización era solo si moría.
Pero este mundo es diferente.