—Una debería ser suficiente para los dos —Nan Luo sonrió con suficiencia—. ¿Qué tal si asamos este conejo y luego comemos?
—No aquí.
—Cierto, movámonos hacia la pared y comámoslo justo al otro lado de la misma. Si llevamos esto adentro, quién sabe qué dirían los sirvientes —Nan Luo refunfuñó solo de pensar en lo molestos que eran los sirvientes. Naturalmente entendía que no era común que el joven maestro mismo cazara.
Bueno, no exactamente poco común.
Pero esta área no era completamente segura. Si supieran que se había escapado con Nan Hua, quién sabe qué dirían. Jamás permitiría que propagaran malas noticias sobre su hermana gemela.
—Vamos.
¡Fiu!
Tomaron algunas ramas en el camino y se detuvieron frente a la pared por la que habían saltado. Nan Luo miró las ramas y luego a su hermana gemela —Hua'er, ¿quieres que haga el fuego yo, o tú?
—Yo lo haré.