—Abuela, déjame tomarte el pulso —Nan Hua tomó la mano de la Vieja Señora Long suavemente y comprobó su muñeca. Sus ojos destellaron un poco cuando detectó el pulso de la Vieja Señora Long.
—¿Está tan mal? —preguntó la Vieja Señora Long con una risa tenue.
—Abuela, por favor no te esfuerces en salir cuando hace frío.
—No me estoy esforzando.
—Abuela, podrías enfermarte —Nan Hua cambió su fraseo.
Aunque la expresión de Nan Hua no cambiaba, sus ojos ya le habían dicho todo lo que la Vieja Señora Long quería saber. Eran ojos llenos de preocupación y cuidado, unos que eran genuinos desde su corazón.
Esta también era una de las razones por las que la Vieja Señora Long le tomó cariño a Nan Hua desde la primera vez que vio a esta pequeña niña. A pesar de su exterior frío que podía disuadir a la mayoría de las personas de acercarse a ella, era alguien que trataba bien y con sinceridad a aquellos cercanos a ella. Era algo notable.