Los dos viajaban a través del callejón en silencio. Era el amanecer, así que no había mucha gente despierta aparte de aquellos que trabajaban de noche. Algunos soldados que tenían turno nocturno bostezaban y parecían que podrían caer en la cama casi inmediatamente y dormirse al instante.
Estaban cansados.
Se acercaba la hora de cambiar de turno.
¡Tep!
Deteniéndose en uno de los cuarteles, Nan Luo observaba al grupo de personas que acababan de despertarse frente a ellos. Los soldados se estaban lavando puesto que pronto tendrían trabajo que hacer.
Los ojos de Feng Ao Kuai eran solemnes. No se atrevía a acercarse a estas personas debido a su abrumadora cantidad.
—¿Debo acercarme a ellos abiertamente? —preguntó Nan Luo.
—Incluso si intentas ser discreto, no creo que vaya a ser efectivo —respondió Feng Ao Kuai.
—...Verdad.