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Keira miró a Lewis con incredulidad, solo para verlo agarrarle la mano. —Keira, antes de que la Abuela falleciera, quizás solo tenía un arrepentimiento.
—¿Qué arrepentimiento?
—Que nunca pudo ver a nuestro hijo.
Keira se quedó sin palabras.
Al ver a Lewis finalmente capaz de bromear, Keira entendió que el ambiente se estaba poniendo un poco tenso.
Sonrió y dijo, —Lewis, de ahora en adelante, ¿podemos ser felices todos los días? Asegurémonos de que la Abuela descanse en paz.
—Está bien.
—Entonces vamos. ¡Ven conmigo a la cocina, y cocinemos algo para ella!
Keira tiró de Lewis escaleras abajo, y cuando llegaron al fondo, vieron a Oliver limpiando el suelo, pellizcando su nariz con disgusto.
Con gran ánimo, Keira gritó, —¡Abuela, vamos a prepararte el almuerzo!
La Sra. Horton los miró. —¿Eh? ¿Quiénes son ustedes dos?
Keira simplemente sonrió y arrastró a Lewis a la cocina.
Los dos prepararon un almuerzo opulento para ella.