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Holly se paró frente a él, incapaz de decir una palabra.
Su inquietud era palpable; abrió la boca como si quisiera discutir, pero se encontró incapaz de justificar sus acciones.
Sabía que Brian tenía razón.
Entendía el grave error que había cometido su abuelo.
Las lágrimas corrían por su rostro mientras inclinaba la cabeza y finalmente dijo:
—Tío Dawson, lo siento.
Brian frunció el ceño mientras miraba a Holly. Después de una larga pausa, colocó una mano reconfortante en su hombro. —Holly, te he visto crecer. Creo que no tienes la culpa.
Holly se detuvo, sus ojos brillaban con emoción. —¿De verdad?
—Sí —respondió Brian—, pero como miembro de la familia de un espía, debes entender que hay reglas en el departamento que deben seguirse.
La expresión de Holly cambió a una profunda contemplación.
Sabía exactamente lo que implicaban esas reglas.