Keira miraba fijamente a la mujer que tenía delante.
Llevaba el cabello en una cola de caballo, su rostro brillaba con una sonrisa deslumbrante.
Sus ojos eran claros, recordando a una chica no tocada por las duras realidades del mundo.
Inocente e ingenua—esa fue la primera impresión de Keira cuando se conocieron.
Pero ahora, apenas podía creer que esta mujer fuera realmente Zorra.
Sosteniendo su teléfono, Keira se acercó y preguntó —Erin, ¿realmente eres Zorra?
—En efecto —respondió Erin.
Ya no estaba fingiendo. Colgó la llamada y saludó al tío Olsen al lado de Keira —Hola, tío.
Parecía educada y sensata, como una joven bien educada.
El tío Olsen parecía confundido y miró a Keira antes de volver a mirar a Erin —No estoy bien —dijo.
Erin se sorprendió.
El tío Olsen frunció el ceño —El veneno en mí, ¿fuiste tú quien lo administró?
Con una leve sonrisa, Erin dijo —Sí, tío, no necesitas agradecerme por mejorar tu salud.