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Ante esas palabras, Samuel echó una cuidadosa ojeada a Keira.
Desde el momento en que su jefa se subió al coche, ella presentó un comportamiento distante, lo cual lo mantenía en vilo, a pesar de ser tan solo su chofer.
Se aclaró la garganta. —Mi jefa está a mi lado. Adelante.
El tono al otro extremo de la línea se volvió más respetuoso. —Jefa, hemos descubierto que Finley Hill ha estado jugando durante todos estos años, perdiendo más de quince mil cada mes. Hace unos días fue engañado y perdió treinta mil dólares. La gente del casino estaba a punto de romperle las piernas cuando él gritó algo, y lo dejaron ir. ¿Adivina qué gritó?
—¿Qué?
—¡Dijo que su sobrina era la Señorita Olsen!
Keira se mostró ligeramente sorprendida, pero no se lo tomó muy a pecho. En el pasado, siempre que Finley le pedía dinero, decía cosas como: "Tú también eres la Señorita Olsen. ¿Por qué no le pides dinero a tu papá?"
—Jefa, ¿él vino a ti a pedirte el dinero después?
