Aun detrás de él estaba Keira, llevando puesto un suave camisón, con un pequeño pastel de cumpleaños en sus manos y una cara sonriente.
En el momento en que él giró la cabeza, era medianoche y un nuevo día comenzó.
—Lewis, feliz cumpleaños —dijo Keira.
Su sonrisa era dulce y sincera, deslumbrando a Lewis por un momento.
—¿Sabías? —miró a Keira sorprendido Lewis.
—Por supuesto.
Keira se acercó lentamente con la tarta —Tengo muy buena memoria. Cuando registramos nuestro matrimonio, me memoricé tu cumpleaños.
Lewis estaba asombrado —Entonces hoy...
Comenzó, y de repente se dio cuenta de algo —¿Lo hiciste a propósito?
Conteniendo su risa, Keira avanzó de nuevo, puso la tarta en la mesa de café y luego, como por arte de magia, sacó una pequeña caja de su bolsillo y se la entregó —Esto es para ti.
Lewis dudó.
Lentamente abrió la caja y encontró que era un reloj.