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Las lágrimas de María caían en cascada por su rostro. —No, Ellis, te lo suplico...
—No tiene sentido. ¡Esta vez no seré blando contigo!
La postura de Ellis era inflexible.
Sostenía el brazo de María con fuerza con una mano mientras con la otra acariciaba suavemente su cabello. —Una vez que este niño desaparezca, estos rumores se calmarán con el tiempo. Más tarde, seremos solo nosotros dos, lado a lado...
—¡Ellis! ¡No! —María luchaba por liberarse de su agarre, casi gritando—. ¡Te lo suplico! ¡No hagas esto!
Pero Ellis no le dio otra oportunidad para hablar y la arrastró hacia la habitación de invitados.
En la sala de estar, James, Charles e incluso Victoria estaban todos atónitos.
Los tres miraban en la dirección en que se habían ido, mostrando expresiones de incredulidad.
Victoria echó un vistazo a James y tosió antes de decir:
—James, ¿estás diciendo que el niño no es realmente de Ellis?