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María, al escuchar esto, sintió como si hubiera encontrado su ancla.
De hecho, ¿cómo podría conocerse la verdad sin preguntar?
De repente miró a Ellis y dijo:
—No estoy enferma. Estoy embarazada.
«...»
El corredor se quedó en silencio de repente.
Después de que María dijo esas palabras, su corazón comenzó a latir con fuerza, pero el peso que había estado oprimiendo su pecho parecía desvanecerse.
Keera tenía razón…
El niño no era solo de ella; no debería ser la única en decidir su destino.
Observó atentamente a Ellis.
Pero vio que Ellis ya estaba atónito.
Después de escuchar sus palabras, su mirada cayó sobre su abdomen.
La calefacción interior estaba alta, y María se había quitado el abrigo. Debajo, el suéter que llevaba se adhería a su figura esbelta; su cintura y abdomen eran delgados, y no había signos visibles de embarazo.
La mirada de Ellis luego regresó al rostro de María.