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Keira no sabía en qué momento él la había levantado y llevado a la cama.
El cuerpo esbelto de Lewis se presionaba contra ella.
Su rostro estaba firmemente pegado al de ella, sus narices tocándose, su aliento mezclándose con el de ella en una ráfaga caliente e intensa.
Sus ojos estaban fijos en ella, sin atreverse a parpadear como si temiera que ella volviera a desaparecer...
Después de un momento, sus delgados labios se movieron hacia la parte de atrás de su oreja, su aliento cálido y húmedo contra su tierna piel mientras hablaba.
Su voz era profunda y ronca, llena de alegría infinita. —Keira, finalmente volviste... No estás muerta...
Su voz hizo que el corazón de Keira doliera.
Ella apretó su agarre alrededor de su cintura y levantó la cabeza para besar su barbilla.
El beso hizo que su cuerpo temblara ligeramente. Él parecía incapaz de resistir el efecto de la droga por más tiempo y agarró su barbilla para besarla. Su mano comenzó a desnudarla suave y firmemente...