Ahora que las pequeñas charlas y los acuerdos comerciales se habían resuelto, era momento de que Althea preguntara lo que siempre había querido saber. Sin embargo, miró a los Dorados y se preguntó si a alguna de las partes le importaría que la otra aprendiera demasiado.
Estaba bien antes porque todos, esencialmente, eran ahora una red de socios comerciales, pero sus preguntas tenían que ver con la integridad y la seguridad de los propios señores.
—Puedes preguntar lo que quieras —dijo Jonathan, sonando muy generoso en este momento. Sus labios se apretaron, tentativos.
—Mi última pregunta, está dirigida especialmente a Sir Jonathan, el señor de una ciudad —comenzó—. Pero puedo preguntarte más tarde si te importa.
—Supongo que quieres saber los requisitos para convertir un Pueblo en Ciudad —preguntó él, y Althea asintió en acuerdo. Los Dorados también miraron con interés, preguntándose si también escucharían esto, aunque solo fuera por curiosidad.
