—Está bien, papá —dijo ella y los dos se dieron la mano mientras seguían el camino de los Alteranos de regreso a su territorio. Pero para cuando alcanzaron la alta muralla, solo pudieron quedarse boquiabiertos.
—Guau... —dijeron Rebi y los demás, con la boca abierta, sin esperar que Altera superara sus imaginaciones. Los ojos de la pequeña Lani también estaban abiertos de par en par, mirando el gran pueblo con el corazón latiendo fuertemente.
—Este lugar es tan… —murmuró Rebi al entrar, sin palabras ante la disposición limpia y funcional de, bueno, todo. Con ojos desorbitados, miró a Bruce—. No mentías cuando decías que Altera es increíble.
Tom, que caminaba junto a ellos, sonrió. —Bueno, hay mucho más en Altera que solo esto. Pero puedes explorar a tu propio ritmo más tarde. Déjame llevarte a mi casa para que puedas descansar.
—A-Ah, sí. Gracias, Tom.
—No hay problema —dijo el hombre grande, guiándolos hacia su nuevo hogar.