Mientras tanto, mientras los hermanos intentaban entender el mundo, los aborígenes volvían a sus respectivos hogares con corazones cálidos y grandes sonrisas en sus rostros.
Clutch regresó a su casa con el estómago lleno, cruzando el umbral de su hogar con una sonrisa en su cara.
—Algo bueno pasó hoy, veo. —Sonó una voz y alzó la vista para ver a sus vecinos, los nuevos guardias Joe y Lee parados junto a las escaleras de su unidad, observándolo con sonrisas curiosas.
Clutch sonrió.
—Bueno, el l—el territorio nos envió recompensas y bonificaciones. Así que estoy bastante feliz. —
—¿Ah sí? ¡Cuéntanos! —dijeron los dos, acercándose a él, como los hombres chismosos que eran.
Los tres charlaron durante varios minutos antes de que finalmente lo dejaran ir para regresar a su preciada unidad.