El Barón asintió satisfecho mientras observaba el maravilloso estado de su taller. Tarareando feliz, salió por la puerta y se dirigió a su segundo taller.
Al entrar, se encontró con una mirada penetrante que casi lo hizo correr por su vida. Hasta que recordó quién era y se detuvo en seco.
Aclarándose la garganta y girándose lentamente, se enfrentó de lleno a la persona que lo recibía.
Era una mujer en sus últimos 60, pero era más aterradora que los gánsteres que había visto. Era Sassy la curtidora, la vieja experta de un arte ya obsoleto a la que había logrado convencer para trabajar con él, a cambio de una buena parte de las ganancias, claro está.
Era increíble que alguien todavía supiera cómo hacerlo, ya que en Terrano la caza había sido mayormente ilegal y la gente optaba por el cuero sintético.
Pegó un pequeño respingo bajo la mirada estoica de la vieja mujer. La estaba mirando de arriba abajo, con los brazos cruzados y muy intimidante.