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—Hora del almuerzo —dijo Garan, saliendo de la casa. Había regresado a casa durante su descanso en el cuartel, una costumbre desde que se mudaron a Alterra.
Después de todo, estaban tan a menudo separados en Terrano, y ahora no podía soportar estar alejado de ella por mucho tiempo.
En sus brazos llevaba a los dos bebés, tomados de la casa del vecino de camino hacia allí. Probablemente fue para forzarla a dejar sus plantas. Aunque no era necesario, pues ella ya se había quedado sin maná.
Altea sonrió cálidamente y le dio un casto beso en los labios, antes de girarse para besar las mejillas de los bebés.
—Mwahmmaaa~
—Gugughhhmmn…
Ella se rió y les pellizcó suavemente las mejillas, antes de tomar a uno de los bebés en sus brazos mientras miraba a su esposo. —¿Cómo va el entrenamiento?