En esta guerra, el Pueblo Belluga recibió miles de esclavos, a todos los cuales Raine ordenó inmediatamente entrar al territorio. Ellos obedecieron, sin importar si cojeaban o si tenían que arrastrarse.
Muchos de ellos tenían caras amargadas, aunque aquellos que ya eran esclavos no mostraban mucho cambio en su expresión. Esto era comprensible. Para ellos, su vida era la misma, salvo que el conjunto de personas causándoles un infierno era diferente.
Los ciudadanos miraban el desfile de esclavos con expresiones variadas. Algunos lugareños les lanzaban piedras, algunos escupían, aunque la mayoría solo sentía la victoria de que no eran ellos quienes hacían la procesión.
Raine observaba a la muchedumbre de esclavos que entraba, siguiendo sus órdenes al pie de la letra.
Cuando un territorio perdía, la mitad de la población se convertía en esclavos, estuvieran o no en la fuerza atacante. Todos los ciudadanos dentro de los territorios tenían la posibilidad de convertirse en uno.