—¡Santo Cuervo! —exclamó Perro, levantando un libro—. ¡Es mi novela favorita!
Había aprendido mucho sobre la guerra aquí. Por lo general era un tema aburrido y sombrío, pero se contaba de una forma superdivertida. No leía muchos libros, y este era uno de los pocos. ¡Qué nostalgia!
—¡Silencio! —dijo Sol, pellizcando su mejilla—. Tú eres del tipo al que siempre miran feo los bibliotecarios, ¿verdad?
—¿Tú eres del tipo que les encanta, verdad?
—¡Por supuesto! —dijo ella orgullosa. Cuervo a su lado solo negaba con la cabeza, hojeando la biblioteca a su propio ritmo.
Semejante cantidad de conocimiento estaba accesible al alcance de la mano. Era algo muy difícil de creer.
Mientras Altea observaba la biblioteca siendo utilizada con sonrisas, algunas personas no pudieron evitar reunir su descaro y rodearla. Cuando su esposo no estaba, Altea era mucho más accesible, así que planeaban aprovechar al máximo.
