—De todas formas, después de resumir sus hallazgos, Altea finalmente se excusó, para alivio de su esposo. Sin embargo, al salir, Altea comenzó a murmurar acerca de qué hacer en su laboratorio.
Esto hizo que Garan frunciera el ceño (o mejor dicho, pusiera morritos) y la mirara con el ceño fruncido. Ella parpadeó, confundida. «¿Qué pasa?»
—Con un profundo ceño marcando su guapo rostro, él habló. «Prometiste una noche de cita».
—Ella se rió entre dientes, dándole un beso suave. Solo lo estaba molestando. Claro que no se olvidó. ¿Cómo podría? Él le había recordado repetidamente eso desde la mañana, temiendo que ella sí lo hiciera.
—Ella juguetonamente lo evitó cuando él se lanzó de nuevo para reclamar sus labios. Sonrió y colocó un delicado dedo sobre sus labios.
«Vamos a revisar los otros laboratorios también» —le dijo ella—. «No tardaremos mucho, lo prometo».
—Garan la miró y suspiró, dejándola hacer. Por supuesto, eso le valió otro piquito que borró la pizca de amargura.